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Fundamentos de la tradición liberal: sociedad y formas de organizarse

La concepción de la sociedad -y de toda forma de agrupación humana- se concibe como una mera yuxtaposición de individuos y nunca como una entidad que posee una realidad o atributos que puedan ser considerados específicos o distintos de los que ya poseen sus partes por separado. La sociedad es concebida como obra y fruto de la voluntad de unos individuos que la crean por conveniencia y para hacer posbile la vida en común, aunque también, como Hume se encargó de destacar, para hacer posible la división del trabajo y el consiguiente incremento de nuestro poder sobre la naturaleza, así como un aumento de la cooperación y la ayuda mutua que hacen que quedemos menos expuestos al azar y otros inconvenientes.

Para el pensamiento liberal clásico la sociedad, en la famosa tesis de Bentham, es un «cuerpo ficticio, compuesto por personas individuales que se considera que lo constituyen en tanto que son sus miembros». Se trata de un ente formado por una pluralidad de individuos y/o grupos que, dada su diversidad de intereses, están en constante competencia y conflicto entre sí. El reconocimiento del pluralismo y el conflictivismo inherentes al modelo liberal plantea tres problemas estrechamente relacionados y recurrentes a lo largo de la tradición política y liberal:

  1. Cómo alcanzar y preservar una sociedad pacífica y ordenada dada la natural pluralidad y conflictividad entre diferentes individuos y/o grupos con fines e intereses igualmente plurales y potencialmente antagónicos.
  2. Cómo constituir la sociedad de manera que las libertades y derechos individuales estén protegidos de las interferencias del Estado, de los grupos sociales o de otros individuos.
  3. Cómo organizar la sociedad de modo que los distintos intereses y fines individuales en conflicto puedan influir en la toma de decisiones políticas.

La convicción que la mejor solución a los inconvenientes del pluralismo y conflictivismo inherentes a su modelo de individuo y de la sociedad era la constitución de un poder común, o Estado, al que los individuos únicamente había de ceder -en términos de Locke– su derecho a castigar, «según los dictados de la serena razón y de la conciencia» y «en el grado en que la ofensa merezca», a quienes hubiesen dañado su vida, libertad y posesiones. Sin embargo, temerosos de los peligros de la concentración del poder en manos de unos pocos o del propio Estado, los liberales clásicos dedicaron buena parte de sus esfuerzos a alcanzar un difícil y siempre precario equilibrio entre, por un lado, el individuo y sus derechos y, por otro, el Estado y sus poderes potencialmente coactivos.

Por otro lado, la función básica del Estado residiría en la protección de la vida, libertad y posesiones individuales (Locke) o en la preservación de la seguridad interior y exterior (Humboldt). En todo caso, con la existencia de ciertos límites que se derivan en:

  1. La existencia de ciertos derechos individuales que el poder político tiene la obligación de respetar, proteger y promover.
  2. Su obligación de gobernar mediante leyes generales y conocidas de antemano, pues sólo así podría evitarse el ejercicio arbitrario, ilegítimo y extemporáneo del poder (sólo así sería posible «el imperio de las leyes y no el de los hombres», según James Harrington).
  3. La necesidad de evitar la concetración del poder -símbolo y realidad del absolutismo y la tiranía- en manos de una persona u órgano, esto es, del constitucionalismo y la moderna división y equilibrio de poderes.

Nada de lo anterior ofrece, sin embargo, una respuesta precisa a la importante cuestión acerca de qué forma de gobierno debía establecerse a fin de que los distintos fines e intereses individuales y/o colectivos pudieran influir en la toma de decisiones políticas. El «gobierno representativo» fue para los liberales clásicos la forma de gobierno más adecuada en tanto que diferente de la tiranía o el despotismo y de la democracia, a la cual acostumbraban a tachar de inestable e incompatible con la seguridad personal y los derechos de la propiedad.

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Esta es la cuarta entrada de resúmenes  del tema 1, titulado «La tradición liberal» y escrito por Roberto Rodríguez, del libro titulado «Ciudad y ciudadanía. Senderos contemporáneos de la Filosofía Política», edición de Fernando Quesada y de la editorial Trotta (2008).

Todos los artículos de esta serie son:

23 noviembre 2009 Posted by | Filosofía, Filosofía Política, Liberalismo | , , , | 3 comentarios